Ventajistas en Silver City
Autor: Marcial Lafuente Estefanía
Colección: Bisonte n° 210
Edita: Bruguera, Barcelona , ¿? (circa década de 1950)
Cuando uno habla en Hispanoamérica de novelitas de vaqueros, el primer nombre que todo el mundo conoce (y acá "todo el mundo" significa no solo los conocedores, sino los lectores pasajeros) es Marcial Lafuente Estefanía. Probablemente, junto a Corín Tellado (su equivalente en la novela romántica), Estefanía haya sido para las generaciones que vivieron el fenómeno del "bolsilibro" a full, sinónimo con ese formato. De hecho, agrego una memoria personal: mi padre nunca fue un gran lector de novelas. Las pocas veces que lo recuerdo leyendo una era o bien novelas de Fernando Vizcaíno Casas (que se merece alguna reseña en algún momento por estos lares también) (y, sí, amigos lectores hispanos: mi padre era de derechas) o las de nuestro reseñado. Así que me acerqué no solo con interés crítico, sino con un cierto apego emocional a esta novela.
Tras leerla, lo único que se me ocurre pensar es ¿QUE DEMONIOS LE VEÍA MI VIEJO (Y TODOS LOS OTROS LECOTRES, YA QUE ESTAMOS) A ESTEFANÍA?
Porque, vamos, no le pido mucho a estas novelas. Principalmente que pueda pasar las páginas rápidamente, sin sufrirlo. O sea, algo que me entretenga. Y uno sabe que está en problemas cuanod, en una novela de 120 páginas, uno está preguntándose en la página 40 cuanod se termina el libro. Cosa que efectivamente pasó con la novela.
Para los que quieran saber de qué iba este sufrimiento, ahí sintetizo el argumento: hay un rancho con caballos de primera, que esperan poder venderse a buen precio en un establo dedicado a las carreras. Pero el capataz del rancho está confabulado con unos compradores inescrupulosos para venderlos a un precio menor. La hija del dueño del rancho descubre a un hombre malherido en los terrenos. Lo cura y el agradecido vaquero resulta ser un cowboy valiente, honesto y con una velocidad prodigiosa en puños y al momento de disparar. Mientras desarma las ofensivas de los que quieren quedarse con los caballos a bajo precio, se implica de alguna manera en el conflicto que hay entre los mineros de la zona, que son asesinados para robarles su oro. Nombrado como comisario para enfrentar le problema logra descubrir al responsable tras los robos (el dueño del banco local). Y a todo esto, el romance con la hija del ranchero queda comprometido porque ella se pone celosa por la relación (estrictamente profesional, aclaremos) entre el muchacho y la dueña de una “pension” (por no decirle madama de burdel) que es la principal opositora al banquero. Y de alguna manera todo se soluciona.
No, en serio, leer esta novela fue una prueba de resistencia para este lector veterano. No se por dónde empezar. Tal vez por la dichosa costumbre de poner un punto y apare a cada frase (o a casi todas). O por el hecho de que las cosas más que desarrollarse, se atropellen. O por la sensación que agrega personajes y no sabe qué hacer con ellos a mitad de camino. O porque la idea del argumento parezca una criatura mítica en sus manos. O por…
Bueno, demás está decir que NO SE ACERQUEN A ESTA NOVELA NI POR CASUALIDAD. Y, si esto es un ejemplo de cómo escribía el señor Estefanía (que siempre puede ser una pifia en una carrera más que aceptable, digamos), pues busquen a oros autores, que había muchos, pero muchos escribiendo estas novelas de vaqueros al mismo tiempo.
2 comentarios
Votapardo -
Jose Antonio -
Lou Corrigan, Silver Kane o Keith Luger, por nombrar alguno de los otros autores insignes del formato eran muy superiores, tanto en estilo como en argumentos.